Borobudur

Ir a Indonesia significa para muchas personas visitar Borobudur. Este majestuoso templo, el centro budista más grande del mundo, merece por sí solo visitar la isla de Java y eclipsa prácticamente el resto de lugares del archipiélago. La isla de Java, una enorme superficie plagada de volcanes activos de imponente presencia, se puede decir que es la reina de la función y Borobudur su corona, no por sus paisajes, que no son tan espectaculares como en el resto del país, sino por su legado arquitectónico de figuras sedentes y estupas agujereadas.
Java es una isla aparentemente sencilla de recorrer, algo caótica y confusa, pero preguntando se llega a todos los sitios con relativa facilidad. Lo mejor de todo es la experiencia que produce en sí mismo recorrerla, pues la gente, de una amabilidad sobrenatural, aunque también cabe decir que con una minoría algo pícara, te hace retroceder en el tiempo a un espacio en el que la felicidad era algo más directo y sencillo que ahora. El número de visitantes que recibe al año lo desconozco, pero la sensación de solitario viajero es algo que sentí de forma muy continuada e incluso divertida.

Perfil de Borobudur

Paseo de estupas

Sol en la cara

Desconozco también si el visitante occidental suele causar tanto furor o simplemente la visité en una época del año repleta de jóvenes estudiantes indonesios, pero recorrer sus templos era casi sentirse como una estrella del cine. La muchachada, de simpatía y amabilidad aún más inocente que sus mayores, te para continuamente para hacerse fotos contigo, se presenta educadamente para que les ayudes con su inglés (había muchísimos alumnos indonesios que a modo de examen práctico iban a Borobudur a entrevistar a los turistas) y por momentos te hace pasar el más hilarante sentido que puede tener la fama, con grupos de chicas gritando enloquecidas al escucharte hablar (ya si soltabas una broma eso era la hecatombe), padres colocándote a sus hijos en tus brazos para inmortalizarlos en una instantánea, más gritos de histeria e incluso algún que otro amago de desmayo.

Fotos y fotos

Budas escondidos

Grupo de piedra

Sí, se puede decir que durante unos días me sentí Brad Pitt, y también sentí la presión de la fama, con momentos de auténtico delirio en el que te puedes encontrar completamente rodeado de gente deseando hacerse una foto contigo. Borobudur automáticamente quedaba eclipsado para mi sorpresa, y dar dos pasos sin ser fotografiado era una odisea. Si se visita el lugar y se vive algo parecido, lo mejor es tomárselo con paciencia, pues la gran mayoría de los niños que recorren estos majestuosos lugares no han visto jamás a alguien de apariencia occidental más allá de la televisión y ven en ti la oportunidad perfecta para que esa afirmación deje de cumplirse.
Lo más bonito de ese estrés fotográfico es sin duda pensar que has hecho feliz a muchos con sólo pararte y sonreír, horas después cuando te encuentras en la soledad de la habitación de tu hotel, te llegas a sentir hasta culpable porque no pudiste hacerte más fotos con ellos.

Recuerdos

Blanco

Experiencias como esta para mi demuestran una vez más que uno viaja principalmente para visitar algo en particular del destino, pero lo cierto es que son las personas del lugar las que te pueden hacer un viaje más o menos inolvidable, e Indonesia, o más concretamente mi experiencia en Java, provocó en mi esa sensación de bienestar que produce la risa de los niños y de los no tan niños al ver cumplidas sus ilusiones, formando un ambiente tal como dije anclado en el pasado, que te traslada a tu infancia de locuras callejeras y sueños todavía por cumplir.
Java tiene ese encanto que muchos lugares más conocidos han perdido con el paso de los años, el tiempo poco a poco lo irá cambiando, a peor posiblemente, como casi siempre pasa, y tal vez recorrerlo dentro de unos años sea una experiencia igualmente sobrecogedora pero algo más superficial.
Esperemos que no sea así.

Serenidad

Tomando recuerdos

Pero volviendo a Borobudur, si bien todo esto forma parte de la visita en sí misma a esta enorme pirámide escalonada, decir que su visión desde la lejanía es abismal es decir poco y la mejor manera de describir este resistente portento budista es que recorrerlo es un viaje muy diferente al que pensabas hacer, es conocer los entresijos del mago que esconde al conejo en su chistera.
Lo mejor para visitar este templo es madrugar, algo simplemente esencial, si algo puede provocar la decepción de Borobudur es la absoluta masificación de visitantes que tiene, algo completamente desproporcionado que le resta mucha de su magia. La avalancha es tan sumamente exagerada que me atrevo a vaticinar que a este paso el monumento no durará en exceso y que terminará siendo cerrado parcialmente o limitado en su número de visitas. Al llegar muy temprano, con el Sol empezando a despuntar por el horizonte, Borobudur adquiere un tono anaranjado y neblinoso que emociona, con la única compañía del silencio y de sus más de 500 estatuas de buda.

Sol y buda

Entre budas

Llegar hasta lo alto del candi y observar el paisaje volcánico de Java desde este punto es como llegar primero a la meta de una sufrida carrera, todo lo pasado anteriormente merece automáticamente la pena, y verse rodeado de sus enormes estupas (todas ellas esconden budas en su interior en mejor o peor estado), te hace sentir muy pequeño.
Dichas estupas son posiblemente el elemento más conocido y fotografiado del lugar, especialmente dos de ellas que se encuentran destapadas y dejan ver con total perfección el buda de su interior.
Esa calma, ese sosiego, dura unos pocos minutos, y desde lo alto se puede observar en la planicie como los visitantes van llegando en grupos de cientos. El resto de la experiencia es discontinua, pero aún así totalmente imprescindible, la soledad dentro del bullicio es difícil de conseguir, pero siempre hay rincones en los que alcanzas una especie de clímax en el que el silencio no llega a desaparecer pero es lo suficientemente sutil como para ser un agradable murmullo. Eso en Borobudur a pesar de las masas, es fácil de conseguir.

Está dentro

Borobudur

Calma

Estupas al amanecer

Recuerdos digitales

Grupo

La estructura en terraza de Borobudur es un recorrido fastuoso por pasillos formados por auténticos lienzos de piedra, que convierten a cada nivel del complejo en un museo con obras de arte en relieve. Las escenas representadas van desde lo inquietante a lo cotidiano, y el estado de todas ellas es un lujo que pocos lugares erosionados del mundo pueden mostrar.
Anclado en un valle rodeado de espesa vegetación y lejos, muy lejos del bullicio de Yogyakarta, Borobudur te hace saber que Indonesia tiene muchas estampas inolvidables, pero que escalar este templo tántrico es posiblemente la mejor de todas ellas.

Suelo

En lo bajo

Cálido

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